En esta carrera cuando entres en el pueblo, el aparcamiento es de buscarse la vida cada uno, ya que cada año aparco en un lugar diferente. Cuando llego, busco el centro, y empiezo a hacer vueltas en espiral hasta que encuentro un lugar libre. Lo entrega de dorsales es rápida, solo te dan uno con la letra de la categoría en que participas, y encima es gratuita, así que no se puede pedir mucho más.
Una carrera totalmente llana, de 10 km, pero que tiene la parte mala para la pisada y las rodillas por el empedrado. Los corredores hacemos unos 2 kilómetros de primera vuelta por dentro del pueblo, volvemos a pasar por la meta, y después salimos hacia las afueras, la zona del polígono y de caminos entre naranjos. Se incluye dentro de lo que llamo “carrera de La Ribera” habitual, la que suele tener las cuatro ‘P’: plana, pueblo y poco público...
La llegada a meta con la entrega de regalos era un completo caos, menos mal que no corríamos con código de barras. Gente colándose, sin guardar el turno, pocas camisetas y de tallas gigantes, dificultades para conseguir la bebida... será necesario que eso lo mejoren, y mucho, para el año próximo.
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